El triste ocaso de Zamora 10

Decía Víctor Hugo: “¿Qué es un envidioso? Un ingrato que detesta la luz que le alumbra y le calienta” y ciertamente esta máxima se reproduce una y mil veces en nuestra Zamora, provincia hermosa y singular, cuyos habitantes, en su mayoría, tienen en común una característica dañina y nefasta, y es que no soportan la felicidad, la prosperidad o el relumbrón ajeno (máxime si es de uno de los suyos), e intentan destruirlo con maquiavélicos argumentos, ya sea denostando su trabajo, criticándolo ferozmente, insinuando conjuras, o anulando la importancia de los logros.

Ocurre con las personas y también con las instituciones. Disponemos de una ciudad rica y variada, pero muy poco promocionada más allá de sus fronteras. A nadie se le había ocurrido poner en marcha estas y otras inquietudes, hasta que llegó el grupo Zamora 10 y surgieron un montón de proyectos ilusionantes, la gente se implicó, una parte de la ciudad se esperanzó ante un sector de empresarios libres, no sujetos a siglas políticas y con el aval de la Caja Rural, cuyo compromiso con Zamora es manifiesto, e iniciaron un camino de trabajo duro, compromiso y esperanza para llevar a cabo unos planes y bosquejar otros que hasta entonces nadie había osado emprender.

Artículo de opinión completo en: El Día de Zamora (Mª Soledad Martín Turiño)