Zamora adelgaza, se consume y se escurre

Yo no sé muchas cosas. Es verdad. Cada día descubro que sé menos de lo que creía saber. Si fuera político, si me hubiera dedicado a la res pública, sabría de todo; yo soy un periodista y un escribidor provinciano que sabe cuatro reglas y no muy bien.

Pero compruebo que la ciudad de Zamora adelgaza, se consume, se esfuma. Somos muy pocos. En una década, una mayoría tendrá más de 65 años. Zamora va camino de convertirse en una urbe de ancianos. Zamora huele a viejo, a pasado, a ucronía. No nacen niños y los jóvenes se preparan y se escapan de la quema, del retraso, del caciquismo democrático, un oxímoron propio de una tierra que se ignora a sí misma, de gente pusilánime, de personas que encoraron su mente para defenderse del futuro, porque tuvieron miedo a cambiar.

Conozco a personas, inteligentes y preparadas, honradas y decididas, que todavía laboran, como las abejas, para transformar esta ciudad y su provincia. Zamora10 lo viene intentando desde que Caja Rural lideró ese proyecto que, sin ser político, fue denostado por los que viven de la política. Envidia de las ideas, celos del talento, miseria de los mediocres. Con una quinta columna en su interior, Zamora10 ha alcanzado parte de sus objetivos, pero no lo permitieron revolucionar la vida económica y social zamorana. Esta tierra solo sabe vivir en el pasado.

Artículo de opinión completo en: El Día de Zamora (Eugenio de Ávila)